jueves, 6 de septiembre de 2007

EL PATRIMONIO DEL PERÚ EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Jorge Millones
(CRESPIAL)


En una época como la nuestra decir que el conocimiento es la clave del poder, remite a una evidencia más grande y notoria que nuestro Macchu Picchu. Sin embargo, preguntar cuál es la manera en la que la información y el conocimiento llegan a nosotros, es relevante en tanto el campo del saber cambia a un ritmo cada vez más acelerado, y, aquello exige de nuestra parte una asimilación crítica y con un orden de prioridades. Lamentablemente, en el Perú, las instituciones que debieran encargarse de procesar la información y ordenarla para ponerla al servicio de la sociedad, brillan por su ausencia. Esta situación es una expresión más de la falta de un Sistema Educativo Nacional, que repose sobre las bases de un proyecto pertinente y articulador, igualmente nacional, claro está.

Las universidades peruanas y los institutos tecnológicos, debieran ser los centros de producción del conocimiento adecuado para el desarrollo del país, pero no, lo que tenemos es un enorme sistema obsoleto de instituciones educativas que en el mejor de los casos, repiten las corrientes foráneas, o simplemente las instalan en las aulas universitarias. Este tema, el de la pertinencia del saber, es crucial ¿Qué tipo de ciencia, de tecnologías necesita nuestra sociedad? ¿Son pertinentes las que se están usando? Si la respuesta fuera afirmativa ¿Por qué hay tantos desocupados con titulo? [1]

El poder del conocimiento radica no solo en su posesión, sino también en el cómo se aplica a una realidad concreta y cómo es que pueden renovarse a partir de esa experiencia. En un mundo en donde el conocimiento especializado tiende a una rápida obsolescencia, es fundamental saber cómo producirlos. Tomar conciencia de esto es básico para proponer un adecuado marco institucional de producción y discriminación del saber. Dichos sistemas de producción del saber serían posibles con una acérrima política de institucionalización de criterios como la investigación, la calidad y la pertinencia. Tendrían que ver con la puesta en marcha de políticas nacionales que articulen la diversidad y la dirijan al desarrollo de todas las comunidades del país.

Lamentablemente, el criterio de diversidad es un eufemismo en un país como el Perú, que aún siendo megadiverso, está notablemente fragmentado y, por tanto, excluyente. Entonces, aquí, queremos poner un punto de debate: Si en un mundo globalizado, el conocimiento y la información son fundamentales para el desarrollo de un país ¿Por qué el Perú no posee un sistema nacional de la información y el conocimiento, que articule universidad-ministerio-proyecto nacional?

En este contexto, corre en paralelo otro problema, más profundo y arraigado históricamente, que con la globalización toma nuevas características: "El problema del patrimonio cultural del Perú, su rol como identificador y aglutinador social, así como su crisis frente al devenir económico".

La idea de “patrimonio” es un concepto proveniente de las disciplinas jurídicas, del derecho. Alude a la posesión de un bien o bienes, por parte de una persona o colectividad. El derecho de poseer, he ahí la noción central del patrimonio. Pero ¿qué poseemos y para qué? Pues, poseemos un conjunto de bienes históricos que –se supone- producen un horizonte histórico en el cual nos incluimos. Lo que nos enseñan en la escuela es que los restos arqueológicos que conservamos con orgullo, “evidencian” que “descendemos” de un pueblo, o pueblos gloriosos. La idea es construir a partir de los restos monumentales, una Identidad. Ahí tenemos otro punto a discutir: Si los restos arqueológicos son asumidos como un elemento identitario, de identificación, local, regional y nacional ¿Porqué son los peruanos los que menos han visitado sus sitios arqueológicos? [2]

En el ámbito social, cultural e histórico, lo patrimonial esta ligado, sobre todo, a la monumentalidad, es decir a restos arqueológicos. Sin embargo, pocas veces se mencionan las matrices culturales que produjeron estos restos arqueológicos que hoy “patrimonializamos”, hacemos “nuestro”. Pero ¿Para que hacemos “nuestro” un objeto arqueológico? Pues tal parece que para venderlo, para sacar provecho económico de él. Y entonces ¿Dónde queda la Identidad ?

Al turismo, le ha servido mucho la separación que hicieron las ciencias sociales clásicas del patrimonio. Ha dividido el patrimonio en dos: Por un lado, los restos arqueológicos, “lo monumental”, con mucha valía para el sistema turístico global, y por otro lado, el llamado “folklore”, elementos espirituales que marchan a la deriva, enfocados como “cosa exótica”: el campesino con su "traje" y su llama, listo para la foto.

Ambos elementos patrimoniales (el arqueológico y el cultural) íntimamente ligados, ambos generadores de identidad, están separados para beneficiar una actividad económica. Esta separación convierte en “mercancía” al patrimonio, y como ya sabemos, las mercancías son artículos de consumo que se caracterizan por ser efímeros y transitorios. Pero, si la identidad necesita sostenerse en el tiempo, es decir, debe ser un proceso diverso pero constante ¿Es posible generar Identidad a partir de lo efímero y transitorio? Pues no, la Identidad , en la practica, hace rato que ya no tiene nada que ver con el patrimonio. Este problema confluye con el anterior: La ausencia de un sistema nacional del conocimiento y la información, es el marco donde se desarrolla la crisis del Patrimonio y la Identidad.

En el Perú, aún podemos ver la continuidad histórica de las matrices culturales que produjeron nuestro patrimonio monumental, en las lenguas originarias y lo que ellas comportan: la literatura de los pueblos, su ciencia, sus artes, sus técnicas, su conocimiento de la naturaleza, su medicina, su culinaria, etc. Esas manifestaciones llamadas o señaladas como “cultura viva” o “folklore”, están, desde la globalización, en un riesgo terrible. La propia UNESCO hace cruzadas para salvaguardar estas manifestaciones, sin embargo, siguen desapareciendo producto de las fuerzas económicas y homogenizantes que la globalización ha desplegado a escala planetaria.

Unas 2 mil 500 lenguas indígenas corren peligro de extinción inmediata, mientras la diversidad de cultivos comunes, como los de espárragos o zanahorias, han disminuido en 90 por ciento en un siglo, alertan investigaciones divulgadas por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA.

De las casi siete mil lenguas que existen en el planeta, entre 4 mil y 5 mil están clasificadas como indígenas y todas corren peligro, según estudios de Darrell Addison Posey, profesor de la Universidad de Oxford y galardonado por las Naciones Unidas con el premio ambiental "Global 500". El mayor número de idiomas se habla en Papua Nueva Guinea, donde se distinguen 847 lenguas diferentes. Le siguen Indonesia con 655, Nigeria con 376, India con 309, Australia con 261, México con 230, Camerún con 201, Brasil con 185 y Zaire con 158.

Las lenguas más amenazadas son aquellas con menos de mil hablantes. Más de mil idiomas son hablados por entre 101 y mil personas. Otros 553 son hablados por apenas 100 personas o menos. Según el estudio, 234 lenguas ya murieron. Y algunos investigadores calculan que en los próximos 100 años 90 por ciento de los idiomas del mundo se habrán extinguido o estarán por extinguirse. La pérdida de una lengua y de su contexto cultural representa la quema de un libro de consulta único del mundo natural, dice el PNUMA.

Como vemos, el Perú ya no figura dentro de los países como megadiversidad cultural. La diversidad que alberga nuestro país no sólo es biológica, sino también cultural, complementándose ambas en una estrecha relación. Cuando se afecta una de ellas, irremediablemente se afecta la otra, provocando cambios e impactos irremediables. Y las lenguas en el Perú están despareciendo rápidamente, sobre todo las de los pueblos más alejados del Perú y menos integrados al país.

La tendencia a la uniformización cultural en que vivimos, esta provocando que nuestras lenguas originarias desaparezcan. Según el estudio del lingüista Andrés Chirinos, publicado en el Atlas Lingüístico del Perú (2001), en nuestro país se hablan 31 lenguas amazónicas y 2 andinas, todas ellas en peligro de extinción, en distinto grado y nivel. Pero con las mismas consecuencias, es decir, la desaparición de muchas formas culturales construidas a través de siglos, la muerte de una visión del mundo, la muerte de diversas formas de sentir, de ser, de crear, de amar, de alimentarse y curarse, en fin, diversas formas de concebir la vida. Desaparecen también su filosofía, los valores, el código ético y el modo de pensamiento transmitido por las tradiciones orales.

Las lenguas y las diversas manifestaciones culturales constituyen los fundamentos de la vida comunitaria. Un enorme conjunto de conocimientos, técnicas, artes, saberes de todo tipo se conservan a través de la lengua. La fugacidad del Patrimonio Inmaterial lo hace vulnerable, por eso, ante la desaparición de la lengua, sobreviene irremediablemente la muerte histórica, la desaparición de nuestras huellas del pasado, es decir, la verdadera muerte.

La Logósfera de nuestro país, es decir, todas aquellas manifestaciones culturales, cargas históricas y sociales que se comunican a través de una lengua y, que constituyen la base de aquel “patrimonio del espíritu”, corren un gran peligro. Pues al marchar muchas de ellas, en la más absoluta orfandad jurídica y desprotección legal, las hace víctimas de apropiaciones sucumbiendo frente a la tendencia uniformizante que viene provocando su acelerada desaparición.

Las técnicas para la construcción de aquellos enormes portentos de piedra y barro, del cual nos enorgullecemos los peruanos, armonizados con el entorno natural, ya se han perdido. Pero aún quedan muchos saberes ancestrales que se pueden perder. ¿Cómo protegerlos? Pues ampliando los derechos sociales, económicos, culturales y políticos a los pueblos que, efectivamente, nunca los han tenido, aún viviendo en territorio peruano. Y por otro lado, transformar esta “cultura viva” en Patrimonio Inmaterial. Lo cual supone poner en práctica una serie de reformas estructurales, jurídicas, legislativas y políticas que tengan como objetivos: la implementación de un sistema nacional de identificación, registro, análisis, sistematización, puesta en valor y protección de aquel patrimonio que más cercano está a formar aquella Identidad que tanto pedimos: El Patrimonio Cultural Inmaterial.

Existe un “sistema mundo” (Wallerstein), un mundo administrado por la “sociedad en red” (Castells), regido por el sistema internacional de patentes (Frank), en donde la gestión del conocimiento y la información, son la clave del poder y el desarrollo. Lamentablemente, nuestro país, no lo esta calculando. Las patentes sobre los genomas animales, por ejemplo, como las alpacas criadas y domesticadas por el hombre andino durante siglos, ahora son “propiedad” de empresas anglosajonas que manejan la biotecnología sin que exista en nuestro país, la más mínima legalidad que logre discernir, con justicia, entre derechos colectivos y derechos de autor. Los derechos de autor pasan por encima del derecho de las comunidades y pueblos indígenas del Perú. [3]

Al respecto el Perú, marcha a la deriva, pues no existe un sistema nacional –y mucho menos, que sea homogéneo- de identificación, registro, análisis, medición, puesta en valor y protección del Patrimonio Cultural Inmaterial. A penas, si algunas direcciones del INC cubren algunas manifestaciones de la llamada “cultura viva”, pero no son un eje de la política cultural del país. Pues implementan programas que sólo cubren algunas manifestaciones culturales, las más “turísticas” y atractivas; dejando a la deriva las demás. [4]

Pero diferenciemos, una posible oficina de “cultura viva” que registre, tome fotos, desarrolle videos y analice las manifestaciones culturales (¿folklóricas?) de una comunidad, en un complejo escenario mundial como el que describimos, es totalmente obsoleta. Un país como el Perú, necesita un Ministerio de Cultura y un “Instituto”, que convierta la llamada “cultura viva”, en Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI). Eso supone, que dicha entidad tiene claro el tema de identificación, registro, puesta en valor, protección o salvaguardia del PCI, supone que protege el PCI del Perú del sistema internacional de patentes, supone que el Perú posee una legislación preparada para ese problema. Supone que esta política, está articulada a un sistema nacional de protección del conocimiento (moderno y ancestral de los peruanos), que esta articulado al desarrollo tecnológico del país, en donde el inicio de esta cadena son las universidades, y el final sería este Ministerio de Cultura, pasando por las asociaciones de los propios productores de dicho conocimiento.

El patrimonio monumental, existe hoy, gracias a los portadores del patrimonio inmaterial. No pueden ir por separado, por más que la lógica mercantil del turismo lo haya impuesto así. En un país como el nuestro, en donde la diversidad étnica no se ha traducido en inclusión y respeto de los derechos humanos, en donde hemos tenido una guerra fraticida de más de 20 años, es imprescindible fortalecer las identidades locales y regionales, así como fortalecer una identidad peruana inclusiva y para todos.

Con ambos bienes patrimoniales separados e inermes, es muy difícil lograr ese sueño.
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[1] Se pueden ver las publicaciones de la Oficina de Coordinación Universitaria del Ministerio de Educación sobre todo las realizadas durante la gestión del MG. Zenón Depáz.

[2] No existe un registro nacional de frecuencia de visitas turísticas a los restos arqueológicos, no se puede planificar nada, ni analizar nada sin eso. Pero ¿Cuántos cusqueños conocen Macchu Picchu?

[3] Véase la investigación realizada por la Fundación Heinrich Böll, “¿Un Mundo Patentado? La Privatización de la Vida y del Conocimiento” Córdoba 2005.

[4] Ver el diagnostico de Santiago Alfaro para CRESPIAL http://www.crespial.org/peru.htm


Salvo la Ilusión
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Spiderman

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